Existía una vez un Reino en el siglo XII que era muy extenso. Este reino gozaba de una gran riqueza. Su población era muy bella y gozaba de buena salud. El país era hermoso y estaba situado sobre unas montañas y en sus cumbres la nieve blanca como el diamante y una gran flora, sobre todo cedros y abetos. El país era radiante y en sus entrañas había extensas minas de las que se extraían carbón, oro y diamantes.
El Rey era generoso y de una gran belleza, rubio como las espigas de trigo en verano y valiente como cien soldados. Se llamaba Rodrigo. Su mujer se llamaba María y era de una inigualable belleza. Tenían cuatro hijos, a cual de ellos más hermoso: Felipe, Carlos, Lucía y Sofía.
Los enemigos del reino eran malvados como orcos y adoraban a los demonios, no tenían piedad en el combate y eran de una crueldad extrema. Les gustaba invadir los territorios del Reino de Rodrigo, pero las tropas del buen Rey finalmente siempre los derrotaban. El Bien siempre acababa ganado al Mal.
Por E.M.