Al terminar de releer este libro al cabo de
tantos años me parece más fantástico aun que de niña, ya que hay matices solo
visibles para el ojo de la experiencia, como el retrato de la comunidad gay.
El
planteamiento –no quiero contar el argumento para no frustrar al improbable
lector captado-, consiste en un solo protagonista, Ignatius Reilly, que tal
vez sea parangonable al personaje del Doctor Sheldon Cooper, de la serie televisiva Big Bang Theory. Ignatius es un
friki en los años 60, residente en Nueva
Orleans, insoportable, vago, pedante, grosero y gordinflón.
Es un modelo del perfecto reaccionario. Por
ejemplo, opina que lo que precisan los E.E.U.U. es “un rey decente, de buen
gusto, con nociones de geometría y teología”. Detesta las épocas moderna y
contemporánea, admirando en cambio la Edad Media. Es un perverso parásito. Su
comicidad se resiste a mis capacidades de descripción. La novela es tan
divertida que no puedes evitar partirte de risa en cada página.
El titulo se debe al epígrafe del libro,
del gran satírico Jonathan Swift: “Cuando en el mundo aparece un verdadero
genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran
contra él”. El doble sentido es inherente a estas palabras. Ignatius es un
monstruo, pero, ¿quién puede negar que vivimos en un mundo monstruoso?
Las
subtramas van en perfecto ascenso hasta el estruendoso final: desde el personal
del “Noche de alegría”-uno de los
mejores hombres de color de la literatura, que representa a todos los
desheredados, o la depravada y despótica dueña del bar- hasta el agente
Mancuso, que deja en entredicho al cuerpo de policía. Pasando por la madre de
Ignatius, que cuando le sugiere a su hijo ir a un psiquiatra, recibe como respuesta:
“los psiquiatras intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la
televisión y de los coches nuevos. La psiquiatría es peor que el comunismo. Me
niego a que me laven el cerebro. ¡No quiero ser un robot!”. O por los de los
amigos de la madre, puro kitsch, como ella.
El
protagonista posee su propia lógica, y sus motivaciones, son solo inteligibles
para él, en sus sucesivas búsquedas de empleo- no perderse a sus jefes y
empleados-y para su amiga Myrna (una princesa judía que retrata a la juventud
hippie)
La
absoluta incomprensión de su medio no nos hace tenerle lástima, ya porque es un
monstruo peor que los demás o porque somos parte de los necios conjurados
contra él.
Tarda
diez años en terminar la universidad; tortura, maltrata y lía a todos cuantos
se acercan a él. Por otra parte, ¿Quién puede confiar en un tipo cuya fantasía
onanista consiste en “la imagen de un perro pastor escocés al que tenia gran cariño y que había sido
suyo cuando estudiaba en el liceo.”Bufs”. Ignatius casi oyó a Rex ladrar de nuevo”
No se crea que el contenido erótico de la novela es elevado. Dijo Woody Allen que “hacer el amor es lo más divertido que se puede hacer sin reír” y hay demasiada risa en este libro como para concentrarse en otros asuntos.
No se crea que el contenido erótico de la novela es elevado. Dijo Woody Allen que “hacer el amor es lo más divertido que se puede hacer sin reír” y hay demasiada risa en este libro como para concentrarse en otros asuntos.
La nota trágica es el suicidio de su autor, John Kennedy O´Toole que, creyéndose un escritor fracasado, se suicidó a los 32 años, en 1969. La anciana madre insistió hasta que esta obra fue publicada en 1980, consiguiendo el Pulitzer. Hay un ejemplar disponible en la biblioteca pública de la Puebla de Vallbona, así como en la mayoría de bibliotecas públicas.
Recomiendo a cualquiera que lo lea. Es grandioso.
Oriana
de Quincey
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