jueves, 28 de agosto de 2014

Mi habitación

Estaba en una convivencia y tenía la suerte de estar en una habitación para mí solo. Con el tiempo, me cambiaron de habitación. 
Por una parte, fui todavía más afortunado por tener un compañero más que positivo: la soledad se esfumó, y cerré esa puerta, la de la reflexión espiritual con la tranquilidad de no ser "importunado" por nadie, 
El cambio de habitación también me permitió arreglar mi armario, quedándome con tres mudas o equipos. A su vez, resaltaré que añadí una ventana mucho más grande, como el doble de la que tenía antes. 
De todas maneras, hay que ver lo que yo apreciaba mi habitación, que tardé un mes en olvidar qué puerta me correspondía, equivocándome cada dos por tres, de la puerta de mi nueva ubicación. La quería mucho. 


Por J.J. 

Reflexiones en blog alta




He conocido tanto en mi persona como en la persona de muchos conocidos, la "posesión" de una enfermedad mental y no me parece igual el compararla con actitudes de agresividad, violencia o persona non grata y me pregunto cómo a través de los periódicos o noticias, las personas dan crédito a dicha comparación. 
Según la Ley, las personas con enfermedad mental, tenemos la correspondencia de ser tratadas como el resto de personas; no tenemos por qué dar explicaciones ni de nuestra enfermedad ni cualquier otra variante.
Ante la pregunta de si somos los enfermos del futuro, tampoco existe respuesta, no sabemos si dentro de un tiempo, se nos tratará de manera diferente o si la sociedad se dará cuenta que es una enfermedad que nos puede pasar a cualquiera. 
No somos extraterrestres, ni personas que viven del cuento, ni agredimos a nuestro prójimo, ni queremos ser arrastrados por una riada como coches que ya no sirven para nada. 
Si desea más información, busque en Internet "personas con enfermedad mental", y verá que encontrará actores, escritores, políticos, científicos..., hombres y mujeres que, a la fin, y a pesar o gracias a su enfermedad mental son y han sido grandes figuras de referencia para la Humanidad. 

Por J.J

Qué burro

Había una vez un padre y un hijo que vivían lejos del pueblo y deciden ir a éste. Iba subido el hijo al burro y el padre caminando, cuando al pasar ante unas gentes oyeron: "¡Mira tú, qué zagal más pillo, subido al burro y el pobre padre caminando!". 
Pues bien, deciden cambiarse de puesto, cuando escucharon: "¡Mira qué padre más carota, él subido al burro y el pobre zagal caminando!". 
Así pues, decidieron subirse los dos al burro, a lo que la gente comentó: "¡Pobre animal, padre e hijo subidos a él!". 

Por J.J. 

miércoles, 27 de agosto de 2014

La providencia

Un hijo lleva al padre a cuestas para meterlo en el asilo. Hacen una parada en la sombra de un árbol, cuando el padre empieza a reírse. El jóven le pregunta: "¿De qué se ríe, padre?", a lo cual el padre contesta: "En este mismo árbol, dejé yo a mi padre para descansar cuando lo llevaba al asilo". 



Por J.J. 

Mi debilidad

El Saxofonista. Por J.J. 

El fue ingresado en un centro psiquiátrico.
Llegó a la hora de la comida
y nada más sentarse
dejó explicito que no quería comer pescado.
Sirvieron al día siguiente atún para almorzar
y le pusieron membrillo a él;
él dijo que atún sí quería
le pasó ídem de lo mismo con la fideuá.
Cuando a sus compañeros les ponían pescado
a él le ponían jamón o hamburguesas de ternera
terminando por ser llamado "el enchufao".
Para que esto no pasara
él dijo para sí mismo: "todo es un trauma infantil,
cuando salíamos del comedor corriendo al servicio 
con los bolsillos del babero llenos de pescado, 
debo de hacer un esfuerzo".
Y así fue, se comía las bolitas de bacalao 
y los trozos de merluza con patatas 
para así cuando terminaba
fumarse orgulloso un cigarrito.

Por J.J

El sabio y el Sultán


Erase una vez un Sultán que salió fuera de la ciudad a dar un paseo. Se encontró con un pobre hombre trabajando en plantar una palmera, a lo que correspondió dándole una bolsa de oro. A tal hecho respondiole el pobre hombre: "¡Plantaron y comimos, plantemos y que coman!" Respondiole el Sultán con otra bolsa de oro, el hombre volvió a decir: "Las palmeras tardan una año en dar fruto y ésta ya me ha dado fruto". El Sultán viendo como se explicaba aquel hombre, le regaló otra bolsa de oro, a lo que que hombre alegó: "Normalmente sólo dan fruto una vez al año y ésta me ha dado ya tres veces". El Sultán, dirigiéndose a la corte que lo acompañaba dijo: "Sabio hombre, pero vayámonos antes de que me arruine".  

Por J.J.